Hace unas semanas, comencé un curso online de actualización profesional llamado «Yin Yoga, the Functional Approach» («Yin Yoga, Enfoque Funcional»). Es un curso dictado por Paul Grilley, conocido como uno de los desarrolladores de este pasivo estilo de Yoga, el Yin.  Jugando con este título (y porque la idea de algo funcional al lado de una práctica Yin no me cuadra), se me ocurrió transformarlo al de «Enfoque Personalizado del Yoga». A continuación te cuento por qué.

Más allá de la palabra, los principios básicos del curso resuenan por completo con mis observaciones tanto en la práctica personal como a la hora de guiar sesiones de Yoga: cada ser es completa y hermosamente único. Tenemos estructuras, necesidades y limitaciones diferentes. Tenemos procesos, días y humores distintos. Así como también incentivos y estimulantes distintos. No existe una fórmula única que pueda abarcarnos mágicamente a todos por igual para potenciar lo mejor de cada quien. (Tanto en Yoga como cualquier otra práctica, dicho sea de paso).

La solución parece evidente entonces: priorizar la adaptación –en este caso, de cada asana o pose– a las circunstancias de cada cuerpo, en pos de un objetivo particular. En lugar de forzar a toda esta increíble diversidad a entrar en una caja única: a esto llaman funcionalidad del Yoga por sobre la estética del Yoga. (Que ya dejaría de ser «Yoga», pero bueh…). 

Es fundamental destacar por sobre todo el rol activo y responsable del practicante (yogini/yogi). Para que esto sea posible, es preciso reemplazar la fórmula vertical de impartir sesiones dirigidas desde una absoluta verdad (aún si hay buenas intenciones de trasfondo), por una horizontalidad de acompañamiento o guía por parte del/a Instructor/a. Es decir, un sistema de construcción conjunta del aprendizaje. 

Encuentro este enfoque en consonancia con la filosofía en que se desenvuelven las modalidades de salud holística, Ayurveda incluido claro: es fundamental hacernos responsables interiormente de nuestro bienestar, desarrollo y realización personal. [Hablo de esto en un artículo anterior «¿Qué es el Ayurveda?»]. 

Para responsabilizarme de mi salud, no alcanza con ir al médico y que me diga qué es lo que tengo. Existe información clave a la que sólo cada quien internamente puede acceder. Y para eso debemos estar dispuestas a abrir un diálogo profundo con nosotras mismas, en un espacio donde ya no es significativo esperar una validación externa, por más profesional que ésta sea. 

Es preciso ahondar y preguntarnos: «¿Para el objetivo dado en este momento, es esto lo mejor para mí? ¿Cómo responde mi cuerpo? ¿De las propuestas dadas por este profesional, qué opción me es más resonante y responsable?». Se establece así un diálogo. No sólo interno entre la persona practicante y su sabiduría interna, que es fundamental. Sino también entre ella y su guía. ¡Y lo más maravilloso es que dentro de ciertos parámetros, la última palabra la tiene la practicante! 

Un ejemplo, en términos de Yoga-físico: si rotar externamente la pierna y mantener la pelvis hacia el frente comprimen la cabeza de tu fémur punzantemente al punto de sentir que se rompe algo si lo continuas haciendo, ¡no lo hagas! ¡Aunque las fotos modelos de los libros muestren que se hace así! Claro, puesto así parece una obviedad. Pero en la práctica cotidiana es sorprendente lo fácil que es encontrarnos forzando nuestro cuerpo para «llegar a la pose mostrada». Y cuántos ejemplos más se disparan desde acá a otros campos fuera del mat… con nuestros cuerpos, nuestra sexualidad, nuestra alimentación, educación y un sinfín de etcéteras. 

En definitiva, el Enfoque Funcional del Yoga es otra manera de poner en la práctica concreta, conceptos filosóficos que en apariencia pueden parecernos etéreos o abstractos. Y es una forma muy concreta de invitar a la consciencia del aquí y ahora… (Básicamente, lo que sería practicar Yoga en su más amplia definición).